Antecedentes históricos
Desde la gran revolución operada en el país por las reformas del siglo XVIII, los que tenían intereses no tenían cabeza, o los que tenían cabeza no tenían intereses. La cultura genuinamente nacional estaba en el interior y el interés en Buenos Aires.
Dentro del régimen económico establecido al crearse el virreinato de Buenos Aires, los que tenían intereses eran los "platenses" o "porteños", y en Buenos Aires, la cultura o la especie de ella que se necesitaba para el gobierno, era de la misma índole que el interés, liberal, del liberalismo entrado al país con las reformas de Carlos III y el contrabando inglés. Lo que así por vía directa o indirecta nos venía del extranjero parecía favorable, y los hombres sesudos de Buenos Aires debían de inclinarse a creer que los abogadillos formados en el liberalismo exótico, o venidos a él, eran cabezas superiores, y los preferían a los profesionales formados en la escuela colonial antigua.
De otro lado, la absorción realizada por Buenos Aires a favor de la libertad de comercio llevó hacia el litoral a la gente distinguida de las provincias. Los provincianos cultos que llegaban a Buenos Aires con principios tradicionales de gobierno y economía, los olvidaban en ella. Corridos por la miseria del interior hacia el litoral, hallaban aquí su ganapán, pero a condición de servir los intereses de la situación que había producido la miseria del interior. A poco debían verle a esa situación el lado bueno que no le veían las provincias. Éstas eran arruinadas intelectualmente después de haberlo sido materialmente.
Este proceso se completó al fundar Rivadavia en Buenos Aires las instituciones de enseñanza superior que correspondían a la nueva situación del país, y al predominar en las provincias, con el andar del tiempo y el influjo del porteñismo, conductor de la revolución de la independencia, el espíritu de las reformas extranjerizantes de Carlos III. Y a él se debió que las provincias quedaran intelectualmente desarmadas para expresar sus justas exigencias, y la capital para comprenderlas.
El Restaurador
Rosas entendió esto perfectamente, e inmediatamente después de la asunción al primer gobierno, le expresa a Vázquez, representante uruguayo:
"...conozco y respeto mucho los talentos de muchos de los señores que han gobernado el país, y especialmente de los señores Rivadavia, Agüero y otros de su tiempo, pero a mi parecer todos cometían un gran error: se conducían muy bien con la clase ilustrada, pero despreciaban a los hombres de las clases bajas, los de la campaña, que son la gente de acción."
“...Ya sabe que no debe fiarse ni creer en ningún hombre de casaca y corbata almidonada” (Carta de Rosas a Vicente González, “Carancho del Monte”, el 1º de enero de 1834).
Nota rescatada de:
http://www.lagazeta.com.ar/
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