Está ocurriendo lo mismo que en décadas pasadas, cuando como productor fonográfico con la anuencia de las grabadoras, hacía y deshacía a gusto y voluntad, siempre con ganancias “especiales” para las grabadoras y para las arcas de la productora.
En ese entonces, su cobertura política y comercial, le permitió contar con el miedo de los artistas que tenían en claro que si se enfrentaban, sería muy difícil volver a un estudio de grabación.
Luego cazó el Teatro Argentino, adonde tampoco se vio algún atisbo de lucha a la par de músicos y artistas. Y tal vez por ello, Macri lo sumó para reconcentrar su asco por lo que pueda ser medianamente una opción para la gente.
Las reformas del Teatro Colón, fueron un desastre arquitectónico, violación de toda lógica en el manejo del presupuesto; y de paso, disolvió todo cuanto funcionaba en uno de los entes más respetados del mundo de la música y la lírica internacional.
Pero pareciera que eso no alcanza para ganarse definitivamente el amor de Macri, y por ello, ahora avanza sobre la estabilidad laboral de sus propios colegas, porque le guste o no, son sus colegas. Con más conocimientos, pero sus colegas.
Lo cual, reafirma mi lucha de revalorizar y conseguir definitivamente una Ley Federal de Cultura.
Esos entes, no pueden seguir en manos de los funcionarios políticos de municipios, comunas y gobernadores, tan groseramente ignorantes del significado del vocablo “Cultura”.
La protección, mantenimiento, funcionamiento y control de estos entes (aunque sean autárquicos) debe estar en manos del país, del gobierno nacional a través de un Ministerio de Cultura.
No podemos seguir rifando un capital imposible de volver a construir a partir de las miserables migajas de un bruto como Macri o sus parecidos en la política argentina.
Así como se desvencijaron, rompieron, rifaron y sepultaron los cine-teatros del interior sin que nadie dijera nada, convirtiendo a los mismos en Iglesias, ahora parece que el Colón quieren lograrlo como un templo de imbéciles acomodados, aunque los mismos, no diferencien un Oboe de un caño de escapes de un auto.
Los porteños -nuevos ricos del menemismo- tan brutos y sospechados como la familia Macri, están más que felices que se termine con la orquesta juvenil, porque son todos de La Campora. Hay que destruir las partituras de Aída de 1911, pues tiene notas musicales que la asemejan a La Marcha Peronista y los tenores que se traen, se parecen mucho a Hugo Del Carril. Y de última, sacarán la fuente homenaje a Norma Fontenla y José Neglia, porque –para ellos- representan una pose sexual.
Cualquier estúpida relación que se haga con elucubraciones de verdaderos brutos como Michetti, Macri o Rodríguez Larreta, se toma a pie juntillas, como si fuera el teatro máximo, una casa de repuestos triangulados por el papá del miserable responsable de la ciudad capital.
Caffi, no es distinto a estos sátrapas, es en realidad, el brazo ejecutor de cuanta tropelía se pueda hacer para que el teatro se convierta en un problema; y no, en un centro de estudio, entrenamiento y ejecución de un arte resguardado por todos los países del mundo.
Si la discusión fuera retrotraer la función y filosofía para la cual fue creado el Colón, entonces veríamos con agrado la situación y hasta lucharíamos para poder sentarnos a discutir el tema. Pero, la intención es otra. Es la de destruir por destruir y nada más.
Inaugurar una obra como la del teatro con riesgos ciertos para los artistas, es ser un maldito cobarde escudado tras el poder. Un corrupto de la actividad cultural y un irrespetuoso.
Vieron?
Nada cambió en las intenciones y formas de actuar del actual director del Teatro Colón, sigue siendo el mismo que cuando trabajaba a su supuesto riesgo como productor fonográfico.
Siempre pensando como joder al artista, para que los garcas ganen.
Y parece que los entupidos funcionarios en general, creen que lo está haciendo por inexperiencia o con buenas intenciones, aún equivocándose.
No, lo hace porque es su esencia.
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