Registros sonoros
en peligro de extinción
en peligro de extinción
Los registros grabados, son parte de la documentación veraz de la historia del siglo pasado y el que estamos transitando. Sin embargo, corren riego de perderse por la falta de un catálogo, preocupación estatal y desidia de los empresarios.
El gran invento
La invención del soporte más extendido del mundo para almacenar datos y audio es casi un misterio en el que nadie se pone de acuerdo. Según un reciente artículo de Silicon User, la idea partió de James Russell en el año 1965, aunque no llegaría al mercado hasta casi 20 años después.
Todo partió de una idea genial en la cual el sistema pudiera reproducir y grabar sonido sin ningún contacto entre las distintas partes. En esa idea se conjugaron otras ideas que ya estaban en pleno desarrollo o lo estarían muy pronto, tales como el láser (1960), la grabación digital (1967) y la tecnología óptica de discos (1970).
El artículo repasa la evolución del formato, que poco a poco se fue puliendo hasta llegar a lo que tenemos hoy en día: en 1978 Polygram (una división de Philips) estableció el policarbonato como el material para construir estos soportes, con un diámetro inicial de 115 mm que cambiaría a 120 mm para albergar 74 minutos de audio, una decisión en la que ya tomó parte Sony, que vio lo prometedor del formato.
De hecho, el primer reproductor de CDs fue suyo: el modelo CDP-101 costaba 900 dólares y salió a la venta el 1 de octubre de 1982, con discos compactos que costaban 30 dólares cada uno.
La leyenda sobre esa longitud concreta de 74 minutos ronda por todos los medios impresos y online, y muchos dicen que se debió a la amistad entre el presidente de Sony, Norio Ohga, y el compositor Herbert Von Karajan, ya que ambos eran muy aficionados al pilotaje comercial. Este último le exigió -al entonces mandamás de la empresa nipona- que necesitaba que al menos pudiera albergar su pieza favorita, la novena sinfonía de Beethoven, que duraba esos 74 minutos. Rondan otras ‘leyendas urbanas’, pero lo cierto es que ninguna de ellas se ha confirmado.
Sea como fuere, este formato fue el más extendido de la historia y aún hoy sigue muy vigente siendo el preferido para la distribución de música digital. Afortunadamente no tuvo que disputarse su utilidad con otros formatos, algo que sí paso en el vídeo con VHS y Beta y más tarde con las conocidas guerras fratricidas entre DVD+R y -R o la actual entre HD DVD y Blu-ray Disc.
(Articulo extraído de: http://www.theinquirer.es)
La realidad
A pesar de contar con la tecnología adecuada, de mínimo mantenimiento y tamaño para guardar datos, la música que se ha editado en el mundo, a penas si alcanza a un porcentaje menor, que se calcula en un 40%, que se ha catalogado y archivado de protección.
“Los costos de un sistema confiable y seguro para el resguardo de datos con calidad audible, demandaría el apoyo oficial, pues una entidad o un particular, se le haría más que imposible poder absorber los gastos, tiempo y tecnificación”, dice Carlos Guardia*.
En lo que va del siglo, no se conocen datos ciertos de la música que fuera grabada y editada desde la aparición de los sistemas acústico, electroacústicos y los que tienen su dominio en la tecnología actual.
En 1990, la casa Philips, disponía de datos desperdigados, pero confiables, que decían que: el mundo pudo emitir en el año sesenta, más de cuatro millones de originales, sin contar los registros radiales*. La información, imprecisa y mal documentada, estaba basada en los datos que habrían dejado al descubierto las distintas entidades de autores, compositores e intérpretes de todo el mundo. Sin embargo, esa información, más tarde –en el año 1963- se dejó de lado, debido que entidades de países como Francia, España y los Países Bajos, no avalaban dichas cifras.
En 1990, el director de Sony, solicitó a distintos estados –léase los países más encumbrados económicamente y de mejores condiciones en la emisión y difusión de la música- datos fidedignos sobre las emisiones entre los años 1940 y 1990. Solo España, EE.UU y Alemania, contestaron aquellos datos, aclarando que eran factibles de errores y faltantes, debido a que a fines de la década del 60, las grabadoras locales –en realidad independientes- habían logrado un reconocimiento gubernamental de apoyo a la creación, emisión y difusión de la música original, que sirvió para que las grandes compañías disfrazaran cifras y descargas tributarias, haciendo figurar producciones como grabadas en esas pequeñas compañías.
El Sindicato de Músicos de EE. UU, ya había denunciado esta situación en 1973, cuando la Music Jazz Inc.*, negó haber grabado, producido y vendido material de recopilaciones de una banda desaparecida.
Familiares de uno de los músicos, presento en los tribunales de Nevada, una acción judicial, pues el empresario que los contactara no había rendido a sus descendientes, los eventuales de la venta.
El empresario individualizado por el demandante, era uno de los capitostes de una conocida firma grabadora, que como negocio particular, había utilizado los canales de comercialización de la gran compañía en que trabajaba, para negociar aquella recopilación.
Lo mismo había ocurrido en Francia, Bélgica y en Italia, siendo en el último país, uno de los robos más increíbles, ya que los discos se comercializaban con la misma carátula y contenido que los originales. Es decir, una verdadera pirateada, tan común y corriente en nuestros días.
En síntesis, a pesar de los datos desperdigados y sin aval serio, se tiene una somera idea, que más del 50% de la música editada a partir del primer sistema de grabación hasta hoy, corre riesgo de perderse.
“La verdad, es que no se pueden conseguir catálogos, ni originales. La suposición es que la mayoría de los originales están en manos de coleccionistas privados. Hasta hoy, solo se pudieron rastrear las grabaciones de los más destacados intérpretes. Hablemos aquí de grandes instrumentistas de música clásica, grandes figuras de la música popular y algo de lo folklórico de la mayoría de los países del mundo.
No existe información de las fusiones, compras, ventas y negociados de editoriales y grabadoras –de las miles y miles- que existieron, porque están bajo secreto comercial, porque no se hizo seguimiento en el momento en que se hicieron los negocios, o simplemente, por conveniencias políticas, como bien puede tomarse el caso de los artistas desaparecidos y que sus descendencias no tomaron los recaudos legales del caso”, nos aseguraba Carlos Guardia, uno de los investigadores más serios sobre el tema y que está preparando un libro con toda la información sobre el caso.
“En Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, países a los cuales pude visitar y que me permitieron tener acceso a la poca e incierta documentación oficial y comercial, me animan a asegurar, que increíblemente estamos un poco mejor que en Europa y EE.UU.
No por el interés de las Comisiones, Secretarias o Ministerios de cultura gubernamentales, si no, porque la misma gente ha recopilado el material, ya sea como una curiosidad, como coleccionista o como simple gustador la música que atesora.
Hoy, los bloger’s, nos permiten encontrar materiales descartados en nuestro país, que ni imaginábamos que existían. Caso concreto, la grabadora Disck Jockey, hoy la mayoría de las cosas que imprimió, solo es factible encontrarlas en manos privadas, pero los originales, no existen en su mayoría. Te doy un ejemplo, cuando me comuniqué con amigos y colegas cubanos, al ponerlos al tanto por qué los llamaba, muchos me dijeron que ni siquiera habían pensado en eso. Es más, me prometían que comenzarían a investigar. ¿Qué te parece?
La mayoría de los interesados, recurren a Internet para rescatar material que se creía jamás se conseguiría en buenas condiciones o factibles de mejorar. No hay registros, no existe preocupación estatal sobre el tema y los coleccionistas siguen haciendo negocios, con el material –que en realidad- es de propiedad del autor, no de quien compró y guardó el disco. En eso, también tienen culpas, los sindicatos de músicos, autores e interpretes”.
En medio de la charla con el escritor y periodista Carlos Guardia, dijimos que existían varias universidades argentinas, que se han preocupado de preservar una serie de grabaciones y registros que son de singular importancia, a los que nos decía: “Se debe tener en cuanta algo esencial en la propuesta. Las universidades y casas de estudio e investigaciones, también las hay aquí en Brasil, dedican su dinero, archivos y resguardo a las cosas que les son afines, pero de continuar la devastación de los discos comerciales y de soporte personal, se perderán cosas que son de interés general. Claro que es loable e interesante que las casas de altos estudios se preocupen, pero lo que nos hace falta, es recuperar para la memoria, todo lo que tenga que ver con las expresiones culturales que fuimos capaces de generar a partir de la invención de los medios de masificación de la música”.
A todo ello, agreguemos que escritores, plásticos, políticos, religiosos, revolucionarios, deportistas y miles de cosas más, útiles e importantes que pudieron llegar a un registro grabado, también podría perderse.
Ya nos pasó con películas en distintos países de nuestra America latina.
Será el momento de ponerse a armar La Discoteca Nacional de registros grabados por artistas argentinos?
Deberemos hacerlo desde nuestro entusiasmo, sin aportes, sin asesoría, sin lugar, sin nada de nada?
Tal vez sea así.
Juan Alberto Guttlein
Aleman56
* Carlos Guardia, periodista y escritor argentino radicado en Brasil desde 1976.
* Las radios tenían por costumbre, editar programas radiales en vivo, grabarlos en un acetato y entregarlos como publicidad al intérprete, a las casas comerciales y a algunos allegados que admiraban al artista que había actuado.
* Music Jazz Inc, fue una grabadora particular que regenteaban amantes del Jazz. Funcionó durante tres años, editó siete LP de ocho temas cada uno y se disolvió con el affaire de una edición que la vinculó a una estafa.
Nunca se pudo comprobar que esa grabadora había usado o impreso tal material.
Gracias a esa pequeña grabadora, se pudo recopilar material de las primeras bandas pueblerinas de jazz.
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