Es muy bueno homenajear a alguien que aspiró a mejorar las cosas en nuestro país. Que consiguió contagiar a los jóvenes, rescatándolos de la mediocridad imperante y sumándolos a la actividad política.
Que dejó uno de los mejores cuadros políticos, que para mayor gesto de ofrenda, fue su otra parte.
Pero ya es tiempo de volver a la lucha cotidiana, esa que él planteo, para no soltar las riendas del control y de la creatividad.
El debate tiene que ser en carne viva, sin pausa, sin dejar librado a la presencia de actos, el peso de la política.
Está muy bien que se siga homenajeando al líder muerto, pero que eso no nos tape la realidad.
Realidad que nos atropella con casos como el de la UIA, reclamando menos intervención del estado, retrotrayendo la situación discursiva a los años 90.
Que la UCR, ha vuelto a negociar –ante el fracaso del Justicialismo Federal- con la suma del poder y va al ataque con argumentos más “convincentes”, que complacen al stablishmen y que son una trampa objetiva para las personas con falta de ejercicio en el debate político.
Han aparecido caras que hasta ayer estaban cien metros bajo tierra, postulando un debate sobre el presupuesto, después que estuvieron como tres meses para hacerlo en las distintas comisiones. Pero, las personas con falta de músculo acostumbrado para leer bajo del agua, puede llegar a creer en la “buena intención” de las caritas “bien intencionadas” de Alfonsín y Stolbizer, que se ocuparon de denostar definitivamente a Carrió, quedándose con el centro de la escena de la oposición y con la representatividad más creíble para el grupo de poder concentrado.
Son parte de un partido que siempre tuvo representatividad, lo cual ante los ojos de la comunidad, puede ser el ariete que el poder puede llegar a usar para resquebrajar la unidad que existe en el oficialismo.
Hasta ahora, nos han quedado solo dos voces autorizadas para el gran debate. Por un lado la presidente; y por el otro, el diputado Rossi. Son los que hasta el momento, salieron a discutir con argumentos sólidos y estatura política desde el estado, desde la cámara y desde los medios. Los demás, están más preocupados en armar festivales y espectáculos para recordar a Kirchner que en hacer política, que en realidad, es el legado que dejó el ex presidente: Hacer política como él la hacía, cada día, cada hora y en todo momento.
Llegan los meses de mayor desentendimiento de la gente de todo tipo de situación política o contracturante. Momento en que siempre el estado sufrió los embates políticos más serios por parte de los grupos de poder.
Y ellos, trabajan todos los días, cada hora y en todo momento.
Ellos no descansan, se turnan para buscar las grietas y profundizarlas.
Todavía el movimiento popular, tiene debilidades claras en lo conceptual y deben profundizarse para convencer definitivamente a los que poco a poco están viendo en este modelo, la vía de progreso personal y de país.
Hay que sostener –tal lo hizo el ex presidente- una constante de trabajo y concentración, sin olvidar el espaldarazo de la gente, pero dándole a esos nuevos participantes, los argumentos políticos que vayan más allá de la representación pública de un sentimiento poderoso de reconocimiento.
Es una situación difícil, despegarse de los sentimientos tan participativos que siempre reflejó el justicialismo, pero la hora, el momento obliga a no distenderse y a redoblar la apuesta, confiando que esos pibes, que esas familias que descubrieron un nuevo horizonte tengan en claro que el proyecto y los bienestares alcanzados, no son obra de la casualidad, si no, del trabajo a destajo de militancia y de hacer política.
Solo eso desterrará la desconfianza en la política y en los políticos. Si la gente ve, palpa y participa, logrará identificar definitivamente al justicialismo, no solo como un partido político más, si no, como una verdadera obra de amor por un país y su gente.
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