Una buena manera de despedir un año y recibir otro, es encontrar lo bueno del que se va, para esperanzarse en el que llega.
Por eso, se me ocurrió mirar para atrás y tratar de explicarme cosas que nos permiten saber que existe algo nuevo y bueno, girando entre nosotros.
Y por ello, me atrevo a pensar en que algunos pudieron sortear muchas vicisitudes, logrando establecer cierta tranquilidad en sus vidas que les ayudó a recorrer sin grandes sobresaltos sus días de anónimos, pero felices.
En cambio, otros menos acertados en las elecciones y contaminados por el ambiente en que se desarrollaron, no tuvieron la misma habilidad y sucumbieron ante la impotente marginación.
Hecho que ejerció una sociedad que desde finales de la década del 70, fue poco a poco reconvertida al punto de quedar presa de un individualismo cavernario.
Y como todo hecho exógeno gravita sobre otro, cuando debió priorizar la solidaridad y la necesidad de inclusión económica, habitacional, educativa o de protección sanitaria de los que menos tienen, terminó haciéndole sentir el rigor del desplazamiento y la segregación que se acentuó en los 90; y que culminó en el 2001 con una hambruna fenomenal y un índice de desocupación, solo factible de comparar con la Sudáfrica del 60.
Quién es el culpable?
Todos y ninguno. Todos, porque cada uno de nosotros era los suficientemente normales como para entender que desde el momento que dejábamos todo en manos de cuatro ladrones y asesinos, nada bueno pasaría a los más débiles. Debimos tener en claro, que después de nosotros seguiría la vida, entre otras, estarían las ejercidas por nuestros hijos y nietos. Sin embargo, cobardemente callamos y aceptamos sumisamente la situación. ¿Traduzco al criollo básico? Nos cagamos.
Y podríamos ensayar la explicación de la segunda opción, partiendo de la simpleza de saber que la mayoría de la población, ni apretó gatillos, ni señaló para ejecutar. Sin embargo, no alcanza para determinar la total liberación de culpas que tenemos al ser protagonistas de la situación y ante el dolor, la angustia, la muerte, robos, violaciones y avances descarados sobre la vida y bienes de los demás, no hicimos nada. Traduzco al criollito simple? Nos cagamos.
Es por eso que, en un mundo de cobardes, los temerarios y sinvergüenzas siempre hicieron diferencias pingues.
Pero eso, poco a poco, está dejando de ocurrir. Y se lo debemos a la participación en la política Argentina, de otras caras, de otros apellidos y modos de interpretar la vida y la política. Eso, se fue contagiando de tal manera, que hoy el grueso de la población tomó partido -y aunque dividida en las preferencias- hay posturas claras y concretas.
Claro, que los más viles y corruptos, no soportarán con ojos felices este pensamiento. Porque como en todos los hechos humanos, están los que limitan su propuesta de vida a las ganancias y pérdidas.
Mientras que los demás, especulamos con otras satisfacciones -tan o más ambiciosas- que esas, pero con sentido humanitario y familiar. No dejamos de pensar en cambiar el juego de muebles o la heladera. Poder arreglar la casita o comprar el terreno para hacernos una, pero no sacrificaríamos nunca la familia y salud de otro, con tal de conseguir lo que nos falta –y que como todos- por sacrificio, trabajo y lealtad a los principios elementales, nos merecemos.
Y ésta gente, la segunda del ejemplo, está, posicionándose de tal manera que ayudan a acotar a los apátridas que en algún momento se quedaron con el destino del país y se hicieron dueños de nuestras vidas y muertes.
Hoy, circunstancialmente, es Cristina F. de Kirchner la que lidera un movimiento político que ayudó a cambiar ciertas holgazanerías intelectuales y morales, pero no será la única, ni la última. Seguramente, el ejemplo cundirá y vendrán hombres y mujeres que la reemplazaran –y tal vez- la superen en calidad institucional, ética, moral y laboral, pero el paso, el primer germen benigno lo sacaron del laboratorio ésta mujer y su esposo.
Por eso, las especulaciones políticas de un sector que no se resigna a perder los espacios que a muerte y sangre fueron construyendo, hoy se encuentran que aquellos que más de una vez bajaron la cabeza a su paso, se les plantan de una y les exigen vivir dentro de la ley y cumpliendo con la ley.
La singularidad del momento, es un problema irresuelto por ese sector, los determina a sacar lo peor de cada uno, que les aseguro nos beneficia. Porque en la desesperación por el combate despiadado ante la situación planteada, recurren a lo único que saben hacer: Apretar, corromper y matar.
Eso los desnuda y nos permite saber quienes son sus aliados en las sombras que para nosotros no tienen voz, ni rostro. Pero que sí tienen el poder político, judicial, policial y militar que por años, mantuvieron al servicio de los peores ciudadanos que supo construir nuestra sociedad.
Hay un nuevo tiempo, esperanzador y con futuro. Solamente nos faltaba volver a recorrer las calles que habíamos perdido, ver a nuestros hijos con expectativas en el futuro y contemplar orgullosos, como la familia Argentina vuelve a blandir la bandera y las estrofas del himno, con honor y coraje.
Y eso, lo estamos consiguiendo.
Salud compañero, correligionario, camarada, hermano aborigen y latinoamericano.
Que las fiestas sean eso: Una fiesta.
Que el año nuevo sea eso: Una nueva esperanza.
Que usted sea feliz, así yo puedo ser feliz.
Intentémoslo, aún en la diferencia podemos lograrlo con respeto y solidaridad.
Un abrazo grande y bien criollito.
Juan Alberto Guttlein
Casilda – Santa Fe
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